La familia del Seminario
Parece que hay en nuestras calles una sensación general de desconfianza respecto a la Iglesia. Parece que Dios duerme, que ya no llama, que la Iglesia envejece y, poco a poco, va cerrando puertas de sus templos… ¿Sigue siendo posible vivir la fe en nuestro tiempo? ¿Sigue habiendo quien se pone a la escucha, y descubre en su vida un Rostro que cautiva, que hace arder el corazón con la ilusión de una llamada a dar la vida?
Las familias cristianas están más vivas que nunca. Igual que el grano de trigo no da fruto si antes no ha padecido las heladas invernales, nuestra fe se languidece si no atraviesa ciertas crisis. Por eso, la familia, que parece estar amenazada, está dando hoy frutos indiscutibles. No hay mejor ambiente para cultivar una vocación, a cualquiera de los estados de la vida cristiana, que una familia que ora y vive la fe unida.
Por eso, hace ya un tiempo que quisimos formar parte de los hogares de nuestra diócesis, permitiendo que, aquellos que lo pidieran, pudieran rezar de una forma más significativa por las vocaciones, acogiendo una imagen de la Inmaculada, patrona de nuestro seminario. Cercanos ya a san José, esposo de la Virgen, patrón de los seminaristas, queremos que la primera mirada al Seminario que compartimos con vosotros sea la de algunas de las familias que han acogido a la Virgen y nos envían su testimonio.
Los seminaristas somos conscientes de que, sin el sostenimiento de toda la diócesis, pidiendo por nosotros, nuestra barca se hundiría. Estas palabras de uno de los testimonios nos llenan de paz: “acoger a la Inmaculada, patrona de
nuestro querido Seminario, ha sido un don. Dirigiendo nuestras miradas a ella cada vez que pasábamos delante de la imagen, nos acordábamos de cada uno de los seminaristas, rezando por sus vidas y pidiendo por las vocaciones.”
El amor a la virgen va educando el corazón de los más pequeños de cada familia cristiana. Ver que son ellos, los niños, los que animan a su familia a rezar, alimenta nuestra esperanza: “en cada habitación de nuestra casa nos acompaña Nuestra Madre; pero esta semana, que hemos acogido por segunda vez a la Virgen del Seminario, es especial: rezamos todos juntos las oraciones que nos regalan los seminaristas con tanto cariño, le saludamos al pasar por delante. Y es el pequeño de la casa quien nos lo recuerda estos siete días. Nos da pena cuando nos despedimos de Ella, pero Nuestra Madre está siempre con nosotros.” Con gran generosidad, han acogido a la Virgen en cada hogar. Y, con ella, a todo el seminario: “cuando me propusieron la oportunidad de acoger a la Inmaculada, patrona del Seminario, no dudé ni un momento en ofrecer nuestra casa. La hemos colocado en un lugar privilegiado de nuestro salón, que es donde más tiempo pasamos, para tenerla cerquita.” Hay quien nos agradece que les dejemos ser parte de la familia del Seminario; más bien, somos nosotros quienes os agradecemos que nos abráis vuestras puertas, que dediquéis vuestro tiempo a pedir por las vocaciones, una necesidad de toda la Iglesia.
Terminamos con algunas de las oraciones que nos comparten: “Madre Inmaculada, consagramos a tu corazón la vida de todos los seminaristas y de todos los que te acogen en sus casas, que esta peregrinación sea fuente de paz y alegría en todos los hogares de nuestra ciudad. Guíales con paso firme en su decisión, dales fuerza y ánimo para seguir adelante. Que otros jóvenes tomen su ejemplo, escuchen la llamada del Señor, y no nos falten pastores que nos guíen y nos cuiden.”
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